El coste invisible de improvisar con IA
Improvisar con IA no parece caro, pero lo es: tiempo perdido, trabajo doble, dependencia de usuarios “avanzados” y ningún aprendizaje acumulado en la empresa.
En casi todas las empresas con las que he trabajado este año ocurre algo curioso.
La IA está presente.
Se usa a diario.
Forma parte del trabajo.
Pero cuando preguntas qué ha cambiado realmente,
la respuesta suele ser ambigua.
“Ayuda.”
“Va bien.”
“Ahorramos algo de tiempo.”
Nada concreto.
Y no es porque la IA no aporte valor.
Es porque el coste de usarla mal es invisible.
No aparece en ningún informe.
No se mide.
No se registra.
Pero existe.
Se manifiesta en pequeños gestos cotidianos.
Personas que pasan diez minutos ajustando una petición.
Personas que reformulan una y otra vez.
Personas que obtienen algo “más o menos” válido y lo arreglan a mano.
Minutos sueltos.
Correcciones pequeñas.
Ajustes constantes.
Nada dramático.
Nada escandaloso.
Pero multiplicado por:
equipos
semanas
meses
el coste es enorme.
Improvisar con IA no genera grandes errores visibles. Genera ineficiencia silenciosa.
Y hay otro efecto todavía más delicado.
Cada persona pide a la IA a su manera.
Con su propio criterio.
Con su propia intuición.
No hay estándar.
No hay consistencia.
No hay una forma “correcta” de hacerlo.
Eso provoca que la calidad de los resultados dependa demasiado de:
quién hace la petición
cuánto tiempo tenga
cuánta experiencia tenga con IA
Las empresas empiezan a depender del “usuario avanzado”.
De la persona que “se le da mejor”.
Y eso es un riesgo.
Porque el conocimiento no se comparte.
No se guarda.
No se convierte en sistema.
Cuando alguien consigue un buen resultado con la IA,
ese aprendizaje se pierde.
No queda documentado.
No se reutiliza.
No se transfiere.
Al día siguiente, otro compañero vuelve a empezar desde cero.
Esto es justo lo contrario de cómo funciona el trabajo profesional bien organizado.
En un buen sistema de trabajo:
lo que funciona se guarda
lo que no funciona se descarta
lo aprendido se reutiliza
Con la IA, en la mayoría de empresas, pasa lo contrario.
Todo es efímero.
Todo es conversación.
Todo se pierde.
Por eso muchas organizaciones tienen la sensación de que, aunque la IA está presente, no hay una mejora proporcional en productividad ni en calidad.
No porque la IA no sea capaz.
Sino porque se está usando sin método.
Improvisar con IA no parece caro.
Pero lo es.
Es caro en tiempo.
En foco.
En calidad.
Y hasta que ese coste no se hace visible,
el problema seguirá repitiéndose.
Muy pronto.
📅 1 de enero



